
Es difícil tomar decisiones. Siempre. Pero aun más cuando la decisión que sabes que tienes que tomar puede perjudicar tus intereses. Entonces te resistes a hacerlo. Piensas si hay otra solución, intentas atrasarlo. La mente te hierve. Hablas con amigos, reflexionas ,analizas la situación, pero sabes que, finalmente, sólo dependerá de ti girar el volante. Aunque hace tiempo que el intermitente hace días, quizás semanas, que parpadea, crees que aún puedes recorrer unos metros antes de que te encuentres la vuelta delante de las narices. Quizás no sabes cuándo tendrás que girar, pero sabes que tarde o temprano llegará.
Haces un camino que no está dibujado, es tu camino y no tienes indicadores. Hasta ahora lo has recorrido avanzando en la medida que tu vehículo lo hacía posible, pero ahora te sientes prisionera, hay demasiada niebla, i no tienes el privilegio de poder apagar los motores y esperar a que alguien te diga qué hay más allá de lo que tus ojos pueden ver.
Quizás no tomarás la decisión. Pero...si tú no la tomas, es posible que alguien otro lo haga por ti.